MonVertige

Del desamor y sus demonios...

lunes, 28 de julio de 2014

Quiero vivir mis propias historias


Quiero vivir mis propias historias.
Revivirlas.
Me niego a aceptar que están muertas.
Luto.
Ese luto sobre el que piensas sin necesidad.
Casarse para olvidarse del matrimonio.
Enamorarse para olvidarse del amor.
Me hallaste para que yo terminara las tareas pendientes.
Las tareas de esa cosa rara que muchos llaman “amor”.
Luto.
Ese luto que viene después de que amas.
Ese luto que se presenta a veces en el desamor.
Pero siempre en el amor.

sábado, 5 de febrero de 2011

Ya casi tengo 27

Cuando tenía 9 años, los diez parecían simétricos.
A mis 26, los treinta parecen prestigiosos.

Cuando tenía 10, quinto de primaria era la cúspide.
A mis 26, la maestría es la base.

Cuando tenía 11, mi padre era un mago.
A mis 26, mi padre es un semidiós.

Cuando tenía 12, mi hermano tenía 8.
A mis 26, mi hermano tiene 80.

Cuando tenía 13, una pequeña ciudad era el centro del mundo.
A mis 26, el mundo ya no tiene centro.

Cuando tenía 14, me gustaba un niño.
A mis 26, mi novio cocina todos los días.

Cuando tenía 15, me vestí de princesa.
A mis 26, odio todo tipo de realeza.

Cuando tenía 16, el amor aparecía, de pronto aparecía.
A mis 26, el amor se construye.

Cuando tenía 17, la filosofía era un milagro.
A mis 26, la filosofía es mi salvación.

Cuando tenía 18, Madrid era el futuro de mi presente.
A mis 26, Madrid es el recuerdo de los olvidos.

Cuando tenía 19, la vida no valía nada.
A mis 26, la nada vale la vida.

Cuando tenía 20, viajar significaba conocer.
A mis 26, viajar significa volver.

Cuando tenía 21, me enamoré por primera vez.
A mis 26, sigo sin entender porqué.

Cuando tenía 22, me desenamoré por primera vez.
A mis 26, me pregunto exactamente de quién.

Cuando tenía 23, volví.
A mis 26, no sé si volveré.

Cuando tenía 24, en Nueva York todo podía pasar.
A mis 26, todo pasó, a veces en Nueva York.

Cuando tenía 25, me enamoré por segunda vez.
A mis 26, el destino me convence de su existencia.

Cuando tenía 26 no aplica.
A mis 26, ya casi tengo 27.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Postdesamor

Dedicated to Alec Hahn

I tear time and from this side of the world two minutes in an hour do me the favor to transform my thoughts into feelings.

Today I opened a present, waiting’s present.

Inside, beyond courage or enthusiasm, I found fear born in the insecurity of not being loved as I love.

Inside, beyond two minutes, there were two years defeated by recovered jealousy.

But, differing from waiting’s one, your present was not a past fear, but a confession.

I have to confess it will be the first time my literature is written in English.

I have to confess I like to lie to myself or to tell me the truth about our spontaneous and random connection.

I have to confess fear has been transformed into the knowledge that I still can fear because I still can love. 

I finally have to confess I love you or, at least, I haven’t found a way to hold myself not to do it. 

martes, 14 de abril de 2009

Sin comas

Y de pronto quise entender que la fuente de mi dolor de cabeza no eras tú ni provenía del pseudoamor que te tengo ni de ninguna de esas cosas que parecen reales pero que en mi caso son todas inventadas.

Y ya después de mi segunda y tercera y cuarta y enésima experiencia del pseudodesamor me di cuenta casi antivoluntariamente que es tan fuerte mi deseo de amar que termina asesinando toda posibilidad de existencia de eso tan endeble y frágil como la realidad del amor.

Y tarde e inmediatamente fuera del segundo supremo me percaté ya sin deberla ni temerla que me he vuelto como un hielo extraño que se derrite anticonvencionalmente por completo sólo durante un bizarro segundo diario.

Sigue siendo un segundo.

Es el tiempo perfecto de la máxima ingenuidad de la ilusión.

Uno y ya se me hace mucho tiempo.

Un instante-reino-prisión perdido y agonizante en una eternidad-libertad.


(Pero gracias. Me hiciste-me hice escribir de nuevo.)

martes, 25 de noviembre de 2008

Momento-pensar

Es el momento de la justificada soledad injustificada.

Es el momento de extrañar tu inexistencia.

Es el momento de la sangre mental.

Es el momento de pensar.

Es el momento .

 

Pensar.

 

Pensar-momento.

El momento del pensar.

Momento de cinco minutos.

Temporalidad en que me desarmo.

Porque amo infaliblemente desamando.

 

Indefensa, amo, desamando más y más.

Amo, desarmándome más y más.

Hasta que acaba el momento.

Y yo, armada y amada…

… dejo de creer ya.

 Y lo acepto.

Nunca…

 

… aparecerás...

 

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Haberes cíclicos

Hay un comienzo sin fin: un final sin inicio.

Hay una raíz persecutora.

Hay una nariz de pinocho colgada bajo mis ojos.

Hay un “tú” inventado, aceptado, gozado, envilecido y, con suerte, olvidado.

Satanizado.

Hay “yo”, hay “mi”, hay “mí”, hay “lo que soy”.

Unas veces.

Otras no hay.

Hay siempre una crisis extra en mi equipaje de mano.

Pero hay, y por eso no muero instantáneamente, un autoperdón de esos pecados que cometo en contra de mí.

Hay, sí la hay, una divinidad en mi vida.

Yo, mis convicciones, mis pasiones, mis amores, mis ilusiones y mis viajes.

La filosofía olvidada.

Hay una metafísica en mi religión personal: un cielo lleno de futuras aventuras a estrenar, y un infierno repleto de pasados desamores para recordar.

Hay un demonio insistente, contraparte de un dios fugaz: hay un “último” pseudoamor inmanente, contraparte de un trascendente “nosotros” real.

Hay alguien que no eres tú.

Eres tú alguien que no hay.

Hay un fin sin inicio, cuyo comienzo no tiene final.

Pero hay, y parece que por eso muero instantáneamente, un sacrilegio propio: la felicidad a medias, eternamente caduca y vieja, en interminable renovación.

… ciclo que no cesa ni de comenzar, ni de terminar, ni de comenzar, ni de terminar...

lunes, 25 de agosto de 2008

La eternidad del desamor o todos los tiempos del amor

El tiempo de otro de mis tiempos.

El tiempo de mi perdición, que es el tiempo de tu rancio recuerdo tardío.

El tiempo que no debí vivir porque no es tiempo, sino simple espacio temporalizado.

El tiempo de esa otra que ha dejado de ser otra para ser yo.

El tiempo de la confusión como esencia.

El tiempo de mi esencia de confusión, que es la esencia de mi tiempo.

El tiempo en que ya no eres mi tiempo, pero vives en mi espacio temporal.

El tiempo en que ya no estás en mi espacio, pero te repites en mi tiempo espacial.

El tiempo de mi tiempo en ellos, para ya no tenerte más en mi tiempo.

El tiempo de mi fracaso, que no es más que el fracaso de mis tiempos.

El tiempo de mis tiempos: la muerte temporal.

El tiempo en que el amor me vuelve a traicionar porque no deja de convencerme de que es verdad. 

Todos los tiempos del desamor o la eternidad del amor

domingo, 6 de julio de 2008

Déjame esta vez

Déjame besarte con la rechazada entrega de esos labios que duermen a tu lado en mi cama.

Déjame imaginarte como no eres e inventarte como no serás: tocando la guitarra para mis ilusiones, componiendo verdades musicales y cantando absurdos caminos cruzados.

Déjame ser esa que soy, déjame olvidarme de aquella que fui y quiero ser, déjame dejarte, déjame una y otra vez, déjame y déjame, déjame o déjame, para no dejarte en los cinco minutos diarios durante los cuales aún creo en el amor.

Déjame engañar, déjame herir.

O mejor: déjame engañarte, déjame herirte.

Déjame hacer justicia esta vez que me arriesgué a ti.

Esta vez que caí sin caerme.

Esta vez que es la última vez, la única vez, la próxima vez, la enésima vez, la vez.

Déjame esta vez vivir la mejor de las veces.

Déjame esta vez.

miércoles, 4 de junio de 2008

Esta noche neoyorkina

Efímera ilusión, y yo con el corazón en la mano, ofreciéndolo a todo estúpido que pasaba.
Efímera tu visita, efímeros tus besos, y yo con los pedazos de mi corazón y el coraje atorado en la garganta, y yo con los pedazos de mi coraje y ya sin corazón.
No hablas francés, pero hablas el idioma de los cabrones.
No hablo el idioma de los cabrones, pero hablo francés.
Se me acaban las palabras gringas y se me va la vida esperando, sin esperar esperar.
Al final, fui yo la única estúpida a quien no ofrecí mi corazón ya inexistente.

sábado, 15 de marzo de 2008

Mis múltiples

El poder de tu mentira es imaginario, pero tan real que la imaginación misma se siente engañada. Y por enésima vez decidí, con delicada anterioridad a aquella noche en tu "luxury"-Manhattan, seguir autotraicionándome hasta el día de mi muerte. Un “… prends tes mains!” en medio de tu cama y mi rapidez en la matanza de la moralidad, me dejaron con un pie en el borde de la pesadez. Pero es sólo ahora, cuando el recuerdo de lo que nunca pasó me aplasta y me entierra en el cementerio de mis múltiples soledades en Argüelles y Brooklyn, que mi pie ha resbalado ya.

Mensajes de mensajes y dos llamadas, mi nextel y tu iPhone, un sushi en el bar que casi posees, la historia de tu mundo cibernético, mi mojito inseguro, tus meseras atractivas, mi deseo cuasiroto, tu boca indeseada… Átomos amarillos del taxi que me atropelló y me otorgó una más de mis múltiples muertes en Madrid y Nueva York.

Ojalá pudieras leer mi español: sólo te quedaste con mi arete. Mi esencia de sacrificio y culto a la informalidad social de la heterosexualidad no se ha doblegado. No volveré del más allá para que, por segunda vez, mis alienadas manos se pierdan en tu formalidad francesa.

Pero, ya desnuda de ti y de ti-mañana y de ti-demás, no me puedo desnudar del último de mis problemas circunstanciales: no creo en el más allá.